viernes, 3 de mayo de 2013

SUEÑO DE UNA NOCHE


A Leo le había tocado llevar muchas noches a damas de compañía, prostitutas, modelos y de todo, pero, a pesar de escuchar las grandes historias sexuales de todos sus compañeros con las pasajeras, Leo nada más no había tenido esa suerte, creía que eran sólo eso, historias. Hasta que una tarde, tuvo que llevar a Perla, una chica universitaria y de piel morena que bebió tanto para tener el valor  de declarar su amor, sus besos y sus, nada frías intenciones a un compañero de clase, pero el maricón hijo de puta (según las palabras de Perla) aceptó todo, menos las, nada frías intenciones. Perla se indignó y fue cuando sus amigas pararon el primer taxi que vieron para subirla con rumbo a casa. Pero las intenciones más ardientes de una mujer, no se apagan tan fácilmente, tiene que existir algo con qué avivar ese fuego, y ese era Leo.

Perla se olvidó del coqueteo y pasó directo al ritual de apareamiento, como un animal, como una leona en celo. Leo apagó el cerebro, por primera vez en sus años de taxista, tenía esa historia que tantas veces había escuchado, tenía en sus manos ese espacio que hay entre los pechos de una mujer, tenía en sus labios un cuerpo entero por recorrer y tenia entre sus ojos unas piernas tan abiertas como una noche de estrellas, tan abiertas como esas noches que duran tanto, como si no quisieran amanecer.


Leo despertó en su cuarto sintiéndose más hombre de lo que había amanecido muchas veces, sentía que lo podía tener todo, menos a Perla, que ya no se encontraba en su cuarto. Se dio un baño, se cambió para iniciar otra jornada de trabajo, busco sus llaves del taxi, siguió buscando la llaves de su taxi y siguió buscando por mucho rato más.

Esa mañana, Leo sintió tenerlo todo, menos a Perla y su Taxi.

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